Se encontraba haciendo un ejercicio. Estaba tratando de agujerear un parabrisas. Necesitaba brisa. Iba con prisa y sus raíces se quejaban. Necesitaba deshacerse de su propio excremento. Para sorpresa de muchos, era un tipo con seguridad económica. Miembro de una familia holandesa que tenía fuertes raíces en los Estados Unidos. Mal hago al no llamarlo por su nombre. A estas horas de la noche no me da el tiempo para pensar en otros idiomas.
Frente a la sorpresa del muchacho que operaba la volqueta que el hombre desrevelado estaba tratando de agujerear para introducir pequeñas bolitas de caca, nuestro superhéroe decidió intentar hacerse entender con una serie de gestos que le habían enseñado en el curso para ser bombero. No logró calmar al perturbado motorista y terminó teniendo que asfixiarlo con un pedo de deshechos orgánicos. Se metió en el balde. Sería una habitación muy confortable. Pronto pidió que le dejaran una cama tamaño reina con un helicóptero que estaba libre para este tipo de mudanzas breves.
Hizo un par de llamadas. Intentó comunicarse con algunos ministros de naciones unidas a la suya. Simplemente logró enterarse de los detalles más gruesos del intento de golpe. A su edad, sus padres esperaban que ya ocupase algún rango militar respetable. Estaba casado desde hacía solamente un par de semanas y ya había decidido que sus obligaciones con la familia debían dejarle tiempo suficiente para sus aventuras callejeras. Era un tipo de clase alta pero odiaba el campo. Algo demasiado extravagante como para que lo comprendieran los de su estirpe. En su lugar, salía a cazar gatos que después llevaba al departamento en el que vivía con su esposa en el centro de la capital.
La urbe se extendía por sobre sus tierras. Había instalado un GPS en el cinturón de cada uno de sus gatos. Los dejaba salir. Recordaba, mientras veía los recorridos de las ondas electromagnéticas en su monitor portable, cuanto su familia había poseído en algún momento de la historia republicana. Ahora, conversos al socialismo esperaban que los canales oficiales les permitieran informarse del estado de sus propias propuestas. Eran calificados de forma excelente y sabía que podría tener un espacio en el parlamento.
Muy dentro de sí mismo, era un tipo que no confiaba en la democracia. Estaba empezando a pensar que todos querían o podrían querer asesinarlo. Hay algo que ocupa las mentes de las personas que encuentro que me dice que tengo que cuidarme. Esa es la razón por la cuál dejaba el vandalismo de sus carteles y nunca consideraría el hurto. Prefería ser un artista situacional que ocupaba el silencio. Nadie podría escuchar su voz. Ese era el castigo de las masas de mortales en las que se reflejaba.
Reflejo constante, amarillo y saliva.
pastaza
10/12/10
Frente a la sorpresa del muchacho que operaba la volqueta que el hombre desrevelado estaba tratando de agujerear para introducir pequeñas bolitas de caca, nuestro superhéroe decidió intentar hacerse entender con una serie de gestos que le habían enseñado en el curso para ser bombero. No logró calmar al perturbado motorista y terminó teniendo que asfixiarlo con un pedo de deshechos orgánicos. Se metió en el balde. Sería una habitación muy confortable. Pronto pidió que le dejaran una cama tamaño reina con un helicóptero que estaba libre para este tipo de mudanzas breves.
Hizo un par de llamadas. Intentó comunicarse con algunos ministros de naciones unidas a la suya. Simplemente logró enterarse de los detalles más gruesos del intento de golpe. A su edad, sus padres esperaban que ya ocupase algún rango militar respetable. Estaba casado desde hacía solamente un par de semanas y ya había decidido que sus obligaciones con la familia debían dejarle tiempo suficiente para sus aventuras callejeras. Era un tipo de clase alta pero odiaba el campo. Algo demasiado extravagante como para que lo comprendieran los de su estirpe. En su lugar, salía a cazar gatos que después llevaba al departamento en el que vivía con su esposa en el centro de la capital.
La urbe se extendía por sobre sus tierras. Había instalado un GPS en el cinturón de cada uno de sus gatos. Los dejaba salir. Recordaba, mientras veía los recorridos de las ondas electromagnéticas en su monitor portable, cuanto su familia había poseído en algún momento de la historia republicana. Ahora, conversos al socialismo esperaban que los canales oficiales les permitieran informarse del estado de sus propias propuestas. Eran calificados de forma excelente y sabía que podría tener un espacio en el parlamento.
Muy dentro de sí mismo, era un tipo que no confiaba en la democracia. Estaba empezando a pensar que todos querían o podrían querer asesinarlo. Hay algo que ocupa las mentes de las personas que encuentro que me dice que tengo que cuidarme. Esa es la razón por la cuál dejaba el vandalismo de sus carteles y nunca consideraría el hurto. Prefería ser un artista situacional que ocupaba el silencio. Nadie podría escuchar su voz. Ese era el castigo de las masas de mortales en las que se reflejaba.
Reflejo constante, amarillo y saliva.
pastaza
10/12/10
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