Sangre y vapor de sangre salen por la ventana del destajadero. Butcher camina por la calle casi descalza. Su vagina volteada de adentro hacia fuera chorrea hasta sus rodillas. Un trozo de intestino delgado, como cordón, está pegado a ella. Sale de su ano. La hermosa quinceañera camina como borracha y de vez en cuando vomita más sangre. En sus vómitos hay trozos negros como salchichas: coágulos. Butcher nunca pensó que se vería así hecha vampiro. Por eso se arrancó los colmillos con una tenaza. En realidad, el primero se lo reventó con una pinza. Aún en este estado, traté de hacer el amor con ella, pero intentó arrancarme el pene con la boca. Lamí su vagina volteada pero parece que ya no siente nada. Va camino al río, va a intentar ahogarse. No voy a dejar que lo haga. Voy a repararla lo más pronto posible y después me voy a casar con ella.
Sufro de un caso grave de baja autoestima. Me han diagnosticado como un sujeto frágil, incapaz para las actividades deportivas. Padezco de enfermedades terribles, mínimas pero diabólicas. Estoy destinado a envejecer como las pasas. Olvido, olvido cosas pequeñas pero importantes. Por eso he decidido tomarme en serio todas las festividades oficiales. Amo a papá noel, al maestro, a la bandera, al escudo, a halloween, al año viejo, al trabajador, a la madre, al padre, al niño, a m.l.k., si le pusieran un día a Jefferson Pérez, a él también me vería obligado a apreciar. Esto me permite llenar mi calendario. Simplemente llenarlo. Ahora que paso por páginas llenas de planes para celebrar cosas que sé que a la mayoría de gente no le importan en realidad, me siento más yo. Los feriados me personifican, me hacen sentir joven. A veces, me emborracho. Estoy planeando mi propia lista de celebraciones que propondré a la Asamblea Nacional para que sean feriados oficiales. Los propondré también a...
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