había algo en el ambiente. jerry, como me gustaba llamar al pendejo de mi jefe, traía puesta una camisa gris que iba muy mal con sus zapatos de elefante. era un gringo tremendo con una narizota. se tiraba a las gordas de la oficina alternadamente. estabamos a pocos pasos de que se empezara a tirar hasta al latino de la limpieza que como yo, se había graduado de la universidad solo para terminar viendo como el mismo idiota que conoció en el colegio seguía estando atrincherado en una posición de poder que se basaba en el diámetro de sus enormes y blancas nalgas. no había porqué preocuparse por eso. si es que algo había aprendido en mis años de vida independiente: salí de la casa de mis padres a los veinte y seis años, era que había que reconocer cuando la gente estaba en el equipo de uno. jerry estaba absolutamente en el equipo contrario. ni siquiera eso, estaba en el deporte contrario. jugaba a tirarse gringas cuyo obesidad no cabía en mi sentido de lo erótico. mi esposa era ...