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banana del setenta y dos


había cometido crímenes más graves que ese. cuando pastaza decidió pagar con cuoras por un café negro recién pasado se sintió como un verdadero habitante de bed-stuy. la rusa con la que se estaba acostando estaba junto a él y ella sí se quejó de que hubiera decidido pagar con monedas. -dónde está tu dinero? -preguntó -no existe. -respondió pastaza. la rusa tenía padre negro y parecía brasilera. tenía la melena de valderrama y las uñas tan largas que podría arrancarle los ojos a pastaza el primer momento que le encontrara chequeando a otra mujer (no importaba que pastaza tuviera novia y que no fuera ella). esa mañana habían amanecido en la casa elsie, una compañera de trabajo de la rusa, la única que se había graduado de la universidad y quien les habían invitado a tomar vino. en la cocina, al regresar a casa, pastaza se encontró con que su novia había llegado de imprevisto. al no encontrar a pastaza supuso lo peor, pero cuando él llegó y vió la nota de su novia anunciado su molestia no le  paró bola. seguía chuchaqui y tenía que lavar la ropa. fue ahí cuando decidió tomar el tarrito de monedas e irse a comprar un café con la rusa. en la lavandería había un olor mohoso de domingo que se incrustaba en la ropa aún cuando se la lavara. además, el dueño de la lavandería era un polaco gay que no paraba de lanzarle miradas peligrosas al peludo cuerpo de pastaza. en aquella época no era cool ser latino y estar orgulloso de serlo, por lo que pastaza siempre se hacía notar a donde fuera. en el local de a lado, en el que compraron el café, pastaza también tenía muy mala fama. su relación con la rusa estaba empezando a incomodar al muchacho que trabajaba allí los domingos, ya que no podría evitar el juzgar la promiscuidad de la rusa: la deseaba. cuando pastaza depositó las dos cuoras en el tarrito de las propinas, pensó en incluir otra solo para felicitar al muchacho por no decir nada sobre la rusa. pastaza estaba harto de la sexualidad de los hipsters, pero disfrutaba de que fuera tan tapujada. 

de regreso a casa, en la cocina pastaza dejó el cheque para la renta. entre el salero y la salsa de soya encontró un condón y un número telefónico, era hora de decirle algo a surooomate con respecto a las chicas que traía cada semana. estaba harto de la parafernalia derivada de compartir el departamento con un tipo famoso por tener una pinga muy larga. además, las mujeres que traía eran feas como un demonio, gordas como se acostumbra en los suburbios de connecticut y todas pensaban que eran mejores que pastaza. le tomó quince minutos encontrar el periódico que había dejado, estaba seguro, en la cocina. estas gringas tenían la costumbre de ocultar todas las cosas que pertenecían al latino en la casa. querían olvidarse que el tipo de la pinga larga estaba viviendo en el barrio de notorious b.i.g. y que vivía con un intelectual de izquierdas que leía al día. 

en el periódico había una nota sobre las putas que el servicio secreto gringo había contratado en bogotá pocos días antes de la cumbre de las américas. era un artículo extenso que venía con fotos y datos biográficos. todas las putas eran de clase media, estudiaban en la universidad y habían sido descubiertas solo por este suceso. muchas de ellas se declaraban enamoradas de los agentes con los que, aseguraron, tuvieron más que un breve encuentro pre-cumbre. las relaciones entre estas putas y los agentes era más bien un asunto platónico. el articulista de al día había hecho un esfuerzo muy grande por hacer de esta historia algo más aceptable para la comunidad latina en eeuu. al no poder evitar cubrir el suceso, había optado por utilizar otro ángulo para suavizar la gravedad de la noticia. obviamente todas las fotos eran falsas, así como los datos biográficos, todos menos una frase que una de las putas había declarado: el agente que le tocó se refirió a su pene como una banana del setenta y dos.





el articulista
04/22/12

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