en aquellos tiempos era más fácil enamorarse de una sureña. andábamos en tren, de quito al cotopaxi, ella era pelirroja, artificialmente y yo parecía diez años más viejo. adrenalina en cantidades módicas. la cena estaba en el horno. yo y la pelirroja nos escondimos bajo mi chaqueta. hacía frío. era más fácil enamorarse de una sureña porque el sur quedaba más lejos. todavía no se habían ejecutado iniciativas como al zurich otranvía cero. solo se visitaba el sur cuando se tenía familia como yo y mis abuelos estaban prontos a mudarse al valle de los chillos. el paseo al cotopaxi en tren fue una novedad para mí, un sueño que esta pelirroja y yo prometimos repetir. nunca supe como se llamaba, solo supe que tenía esos cachetes gorditos que me gustaban tanto. a la salida del parque, nos detuvimos a escudriñar el cotopaxi. nos sentamos a tomar helados con trópico. en esos tiempos era mucho más fácil enamorarse de ser uno mismo, pero yo estaba tan borracho que no encontraba mis fronteras. estaba borracho de amor por una pelirroja sureña, pelirroja artificial. me gustaban sus cachetes rechonchos que en el tren se batían junto a mis mejillas huesudas. la barba aún no me llegaba a crecer del todo. mis labios no se habían deformado por el bigote, la mirada se me quedó guardada bajo la chaqueta. esa sureña se me llevó la chuma, el sentido del humor, la ubicación del cotopaxi, lo poco que yo entendía sobre el sur de quito. casi, casi me lanzo a perseguirla. casi me lanzo sobre su tío, o su papá, o su abuelo. en esos tiempos era más fácil enamorarse del tren porque el tren traía pelirrojas sureñas artificiales con un sex appeal bien puesto.
pastaza
05/03/12
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